Cuenta la historia, que en el más hermoso
país de la tierra, Colombia, la familia Ferreira Ariza de origen santandereano
procuraba siempre compartir momentos especiales con sus allegados,
procuraba estar dispuesto a meter las manos en la masa, a poner ollas en la
estufa, a pelar maíz para hacer un mute, matar un cabrito para hornearlo o
simplemente buscar la manera de reunirse alrededor de un plato a disfrutar la
significancia del evento que estuviesen celebrando, evento que fácilmente
podría ser un día más de vida.
Así es como Sandra Ariza y Salomón Ferreira,
conocidos en La Granja, Santander cuando Sandra era estudiante de 11° de
bachillerato y Salomón un recién egresado de matemáticas que empezaba a
desempeñarse como profesor, decidieron comenzar una relación amorosa cuyo
testigo fiel fue la comida de la abuela de Sandra y de su mamá y cuyo lugar
favorito fue el horno de leña dónde la suegra de Salomón lo enamoró también y
el a ella dándole a conocer que era delicioso cada plato que cocinaba, pues
ella nunca veía un desprecio de su parte.
Pasaron los años y Salomón y Sandra decidieron
unir sus vidas para siempre al tener la firme convicción de que Dios sería el
sostén de su relación y 2 años después de su familia, su linda familia. Nació
Paula Alejandra en el año 1994. Desde pequeña descrestaba a sus papás con su
inusual forma de comer, pocas veces, a diferencia de la mayoría de niños, le decía no a las preparaciones de su mamá. Todo era rico para ella, los dulces, las
carnes, los farináceos, los cereales, las frutas, las verduras y hasta el consomé de
pescado que su abuelo paterno sin ningún
agüero le dio a los 4 meses y que a la vez fue definitivo para que Paula se convirtiera en una amante de los frutos
del mar. Su madre y su padre estaban
ilusionados con que fuera una gran médica. Si, ese sueño del colombiano de
tener un médico en la familia. Sandra guardó sus cuadernos de Farmacia pensando
que su hija estudiaría alguna ciencia parecida, pero los padres de Paula
tuvieron que dejarse impregnar por el sueño de su hija y dejar atrás sus
propios sueños. Fue así entonces, cuando entendieron que su primogénita ya no
quería pasar horas frente al quirófano,
ella quería pasar días en una cocina.
Así fue
como Paula empezó a dirigir los eventos de la familia Ferreira Ariza
(navidades, cumpleaños, grados, nacimientos, matrimonios, entre otros) pero es
importante decir que el protagonista de estos no era ella, y, la comida en sí
misma aunque era parte importante, y más que importante, esencial, no era la que hacía de los festejos algo mágico, simbólico y sagrado; el protagonista de estos entonces, era Dios. No quiere decir
con ello que la comida fuera un rito o un momento santo
lleno de religiosidades, prohibiciones y retahílas de lo que se debe o no
consumir así como la Iglesia alrededor del mundo por años lo ha
pintado. No, los eventos gastronómicos para los Ferreira Ariza son un momento especial familiar, dónde cada personaje es consciente, y está absolutamente satisfecho con la oportunidad que Dios le ha dado para probar un platillo, para sentir esa explosión exquisita de sabores que no tienen otro objetivo sino agradar el estómago y el corazón. Dios es el protagonista porque sólo a Él se le debe la dicha de poder compartir con la familia y con la comida momentos únicos que ni el tiempo va a poder deshacer porque cuando se prepara un plato por segunda vez es revivir el recuerdo y es recordar con placer lo vivido.
Es así, como en mi familia el amor que se le brinda a la comida no es el único sincero, también el que Dios en su inmensidad es capaz de brindarnos porque lo vemos reflejado en la exquisitez que día tras día nos ha permitido disfrutar a mi familia y a mi.
Paula Alejandra Ferreira Ariza.
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