Todo empezó siendo
un día normal. A penas me levanté pensé que todo iba a salir como lo había
planeado. Había llegado el día de ser Capitán de meseros. Llegué a la
universidad muy entusiasmada de poder hacer todo tal cual me lo imaginaba, pero
de repente empezaron a aparecer errores. Una de mis compañeras se dio cuenta
que el informe que debía entregar estaba mal hecho, así que corrí a corregirlo
e imprimirlo nuevamente, gracias al cielo el profesor no había llegado. Luego
de imprimirlo, iba subiendo a la cocina, y me encontré con el profesor, así que
empecé a correr para tener todo listo cuando él llegara. Cuando le mostré el
trabajo al profesor, me di cuenta que el montaje hecho era igual al del día
anterior, que falla, lo cambié de dirección y así empezamos a ordenar todo.
Pasó el tiempo, y mis dos meseros no llegaron a la hora, entonces el profesor
no los dejó entrar, así que nuevamente me tocó cambiar todo lo planeado. Desde
allí, el día transcurrió normalmente.
Ahora me doy cuenta
que todo puede cambiar a último minuto, y uno debe estar preparado para
enfrentar todo lo que se presente.
Karen Vergara
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